Lo que no te mata, te fortalece.

Que triste hermano aquel 30 de diciembre, 194 "números" tirados en el suelo y siendo recorridos uno por uno por caras de incredulidad, caras que miraban y no querían ver reflejado su rostro en el suelo, caras que querían seguir luchando por sus sueños, caras que seguramente lagrimearon desde el cielo, como yo lo hice en el campo, aquella tarde fría de invierno cuando la suave melodía de creo corrompía nuestras almas. Y ya nada volvería a ser igual, ya los golpes de la puerta enclavadas con candados, como si alguien se las fuera a robar (y permitaseme la ironía), no eran golpes, los gritos se transformaron en silencio de un momento a otro, un silencio tan suave pero espántoso a la vez. Un silencio que no llega a callar el dolor, un dolor que no llega a censurar nuestros sentidos y un "nos vemos la próxima" que nos dá un grito de esperanza.
Aquellos golpes de desesperación todavía deben estar sonando, sonando rockanroles, por los pasillos del cielo pero ya no son golpes de desesperación, ya no son golpes de angustía, ya no son golpes, son manos que se rompen una contra la otra apladiendo desde el cielo al más grande de todos. No calma el dolor, no cesa la angustía desde acá abajo, algunos tienen mente frágil y venden espejitos de colores con tu nombre, muestra de un capitalismo trágico pero las cadenas ya fueron cortadas, muestra de una libertad condicinal pero de un cargo de conciencia eterno.
Pero esto es así, no tiene solución, no tiene vuelta atrás, no vale la pena repetirlo pero si recordarlo. Pero vale la pena recordar que siempre hay que ser uno mismo, no dejarse llevar por los demás, no entrar en discordias para explicar algo inexplicable, no discutir con los inmorales de siempre, no sirve de nada, nunca lo entenderan, no están acostumbrados a perder. No saben lo que sabemos nosotros, no saben que cuando hay algo, hay algo que perder.
Son días en los que te toca estar tan abajo, que no encontrás el piso, que no sabés cual es el centro de la tierra ni donde estás parado, son días (no es uno) que te pegan fuerte y te deján tirado en un rincón. Son días en que te ponés a pensar porque tanta desgracia porque tanto dolor, porque la victima se transforma en victimario o porque hay tanta hiena riendo a carcajas, tanta anarquía al momento de explicar la verdad, tanta venta de humo. Pero la esperanza de la desesperanza de tantas calles por recorrer, de tantas cervezas por tomar, de tantos y cuantos males peores.
No hace faltar vivirlo para sentir dolor, no hace falta sufrir para sentir dolor, no hace falta sentir dolor para sentir dolor, es algo que va por dentro y que desde afuera ni se ve, es como una resignación de algo que sentís pero que no lo vas a sacar. Es un momento tuyo, tuyo y nada más, por eso no se lo querés contar a nadie ni querés que el mundo vea tu dolor, y el de todos. No hace falta ponerse una remera, no hace falta salir a la calle a gritarlo, no hace falta tener tu pieza llena de posters, no hace falta explicarselo a nadie, porque no lo van a entender. No van a entender ni tu pasión ni tu dolor, ni llanto ni tu risa, ni tus justificativos ni tu parte absurda.
En esta vida tenemos que saber perdonar, perdonar a los que hicieron mal, sea cual fuese el delito pero también debemos ser memoriosos porque perdonar no implica olvidar, siempre es lo mismo (nena) perdono y no olvido, y recuerdo que existe la justicia divina para vos, para él y para mi. Por eso no olvidar siempre resistir, porque nunca es justa la felicidad.
"Me niego esta noche a olvidar" (pero no a perdonar).


* A quién le robé y/o saco la foto muchas gracias.

~Lírico Irónico#
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Este es el aguante