No sé si estoy preparado para enfretar la infinita casualidad de leer tantos puntos sobre las ies. No sé si lo estoy con la desesperada gana de llenar cada renglón de letras, no lo sé. No sé si soy capaz de escapar de la realidad de mirarse al espejo y decir acá me ves, estoy regalado. Con el corazón en una mano y el alma en el otra, con una vida mezclada y con un error a cuestas. Trato de ordenar frases al azar para que no se note que temo llegar hasta ahí, que temo no poder rozar ni el extremo de mis sueños. A veces sentís estar agonizando en un mar de dudas pero al final de cuentas sabés lo que te gusta, sabés lo que te hace bien, sabés lo que querés pero no lo podés tener. Será que todo lo que costó, todo lo que dolió, todo lo que te alejo alguna vez de esa pequeña pero infita parte de vos algún día volverá a ser tuya, aunque sea por un rato, un segundo de eterna e infinita felicidad.
Y aunque no llegues a leer ni un párrafo de este texto, yo sé que algún día alguien lo hará y comprenderá porque se siente tanto cuando hubo tan poco. Porque siempre se tiene la esperanza de querer un poco más, porque si algo te hizo bien hay que repetirlo por más que te haga mal después, el que no arriesga no gana. Y puede ser un poco masoquista de mi parte querer esto pero es lo que me gusta, lo que me hace bien, a lo que quiero llegar, ni más ni menos, ni finito ni infito, al medio aunque esto se contradiga con mi filosofía de blanco o negro.
En el último párrafo es cuando me hago el poeta, aunque solo soy un mendigo de la poesía que recoje migajas de inspiración y le da de comer a un par de desquiciados que lo siguen hasta el fin del turno. Pero la absoluta e infinita soledad de la noche, cuando las estrellas ya no estén mirando, dará la señal del momento indicado para elegir el camino, y ahí si, blanco o negro. Pero siempre que hay sueños, hay ilusiones o mejor dicho hay desilusiones y este texto puede no llegar a ser el mismo mañana, pasado o quien sabe cuando. Pero será el fin, pero solo una parte del fin, la parte final.